

AIDILIÚ

PRESENTACIÓN
Hola, mi nombre es Erika y os voy a contar una historia que sucedió hace tiempo, una historia que trascurre en un lugar llamado Aidiliú, ¡el lugar donde viven las hadas! Y creo mi deber advertir que cualquiera puede tener una historia como la mía, solo necesita un poco de imaginación.
Además, ¡un consejo! Cuando leáis esta historia cerrad los ojos e imaginaos un mundo lleno de ilusiones, fantasía y… amor. Pero hay algo más. Para sentir esta historia como yo la siento, hay que tener ilusiones y creer con firmeza que los sueños pueden hacerse realidad. Sólo hay que tener paciencia y esperar que llegue el momento adecuado.
1. El mundo imaginario de las hadas.
Hubo un tiempo en el que la gente no tenía ilusiones, sólo unos pocos privilegiados. Yo era un de esas niñas que no creía en la fantasía, pero algo ocurrió en la noche del 24 de diciembre de hace algunos años. ¡Navidad, la época mágica del año!
Mi madre y mi padre me acostaron a la hora de siempre y, también como siempre, me dieron un cariñoso beso y desearon felices sueños. Pero esa noche no fue como las otras. Algo hizo que me despertara. ¡Se escuchaban unos ruidos extraños en la cocina!
Mi hermana Ana, un poco más pequeña que yo, también se había despertado. Nos encontramos cerca de la puerta de mi dormitorio y decidimos acudir juntas hasta la cocina. Y, ¡allí encontramos a una figura extraña que desprendía una brillante luz!
Yo, muy asustada, me acerquéa y la miré fijamente. ¡Era un hada! En ese momento comprendí que aquella noche sería extraordinaria.
2. La gran noche
La pequeña hada se acercó y nos habló. Dijo llamarse Victoria y… ¡que venía a por mí! Miré a mi hermana. Ella dio media vuelta y, asustada, volvió corriendo a su habitación.
Yo estaba muy nerviosa, pero la figura me tranquilizó. Me aseguró que, cuando despertara no recordaría nada. ¡Ella ya se había ocupado de eso!
Fuera sonó un sonido parecido a la bocina de un coche.
- Victoria -me dijo-, ya es la hora.
Salimos al patio y donde vimos un gran barco lleno de niños. Mi nueva amiga me rogó que subiera. ¡Me iba a llevar al mundo de los sueños! Confusa, me senté en uno de los pocos asientos libres. Un niño me preguntó si había viajado alguna vez a Aidiliú. Yo contesté que no sabía siquiera qué era ese lugar.
Alex, ese era su nombre, me explicó que era donde vivían las hadas y yo aproveché la oportunidad para preguntarle si conocía la razón por la que yo me encontraba allí.
- ¿Sueñas con frecuencia?- Preguntó a su vez.
-Yo soy realista, así que no pienso demasiado en cosas fantásticas-contesté-, pero cuando vi al hada supe que no era una fantasía, sino un ser muy concreto.
-Por eso te han elegido. Quieren mostrarte que existe la magia.
4. El barco
Alex fue mi guía para conocer el barco. ¡Era enorme! Pintado todo de verde y con muchas mesas. Además, ¡allá donde miraras veías un grupo de hadas!
No sentamos en la cafetería. Elegimos una mesa situada junto a un gran ventanal. Al mirar a través de ella, ¡oh, sorpresa!, ¡¡ estábamos volando!! Yo miré a Alex que se reía. Comprendí que se encontraba muy feliz por vivir esta aventura. En una esquina cercana reían un grupo de seres extraños. Alex lo identificó como elfos. La curiosidad nos impulsó a acercarnos y ellos nos obsequiaron con chocolate.
-Es hora de acostarse-, comentó uno de ellos. Y nos acompañó hasta una puerta.
5. La hora de acostarse
La estancia en la que entramos estaba llena de niños. Un elfo nos entregó una manta.
-¿Te acostarás junto a mi cama?
Era una pequeña rubia quien preguntaba. Y yo asentí. Me susurró que se llamaba Alise y que nunca había estado en aquel lugar al que nos dirigíamos.
-¡A callar!- riñó un hada.
Nos miramos, nos dimos las buenas noches y cerramos los ojos.
6. Al despertar
Algunas horas más tarde, al despertar, Alise, muy nerviosa, dijo que las hadas habían anunciado la pronta llegada hasta nuestro destino. Muy contenta salí de la gran habitación. Ese cuarto era muy, muy grande, casi ocupaba todo el barco. Os lo aclaro porque, en nuestra imaginación, este barco puede ser de grande como nosotro deseemos. Y yo lo veo repleto de camas, camas de muchos colores. No hay nada más.
7. La gran parte
Las hadas y los elfos nos sacaron del barco y subieron a un kintorial, un ascensor que te lleva en pocos segundos al mundo de las hadas. Al llegar a destino nos encontramos en medio de otra gran sala.
-¡Esperad aquí! Enseguida os asignaremos grupo-dijeron las hadas.
En el primer grupo estaba Alex y una serie de niños cuyos nombres iban anunciando. Por fin pronunciaron el mío. Alex nos dijo que debíamos seguir al guía. Caminábamos de uno en uno. ¡Aquel lugar era maravilloso! Todo florecía como si fuese primavera. Te acariciaba una suave brisa. Era muy acogedor ¡solo verlo te llenaba de felicidad!
Alex nos aconsejó ponernos guapas porque aquella sería una noche especial. ¡Era navidad! Yo no entendía que tenía que ver la navidad con las hadas y los elfos, pero, sin pensarlo dos veces me vestí con la ropa que había en un extraño armario. Luego, salí a explorar un poco y me encontré en un jardín hermosísimo. Me senté en un pequeño banco colocado junto a una fuente. Al poco, se acercó una niña que dijo llamarse Lucie. Nos saludamos. Me preguntó si creía en la magia. Yo, extrañada, pensé qué razón habría para que todo el mundo me preguntara los mismo.
Contesté que no, pero que cuando entré en el barco empecé a sentirme rara y, no sé, ¡distinta! Lucie sentenció:
-Pronto creerás en ella.
Era noche cerrada ya, muy tarde, casi las doce.
8. La misteriosa base
Mientras contemplaba la hermosura del paisaje nocturno, Alex se acercó y me agarró del brazo sin dar explicaciones. Me condujo a una especie de sala de estar, muy pequeña, que casi no tenía muebles, apenas un pequeño sillón de color verde. Mirándome fijamente me dijo:
-Haré que creas en la navidad te guste o no.
No contesté. Bajamos a una especie de base subterránea en un coche un tanto raro. Al descender de él vi a unos seré que conocía ya porque había leído muchas veces sobre ellos, ¡eran los ayudantes de Papa Noel! Allí estaban todos los regalos. La base era enorme. Había sacos que los ayudantes de Papa Noel llenaban con obsequios.
Subimos otra vez al coche procurando no ser vistos por los elfos y reanudamos el viaje. Nos detuvimos en un descampado donde esperaban muchísimos niños. Todos gritaban
- ¡Papá Papa Noel! ¡Papá Papa Noel!…
Exactamente a las doce Alex exclamó:
-¡Escucha los cascabeles!
- ¿Qué cascabeles? Yo no escucho nada.
Nerviosa y enfadada pensé en todas las navidades que había vivido. Y comencé a repetir en mi interior:
- Sí creo, sí creo, sí creo…
Y ¡escuché los cascabeles! Nunca me había sentido tan bien. Papa Noel estaba ahí, casi a mi lado. ¡Y me llamó! ¡Y me dijo que le pidiese lo que quisiera! Y yó solo pude murmurar:
- ¿Me puedes dar el cascabel?
Asintió mientras me lo alargaba.
-¡Nunca dejes de tener ilusiones!- Y se marchó a buscar a otro niño.
9. El despertar: 25 de Diciembre
Desperté. Pensé: ¡qué sueño tan bonito!, ¡y era tan real…! Me dirigí hacia el comedor. Allí, debajo del árbol, había un pequeño paquete. Lo abrí muy nerviosa. ¡Era el cascabel! ¡No había sido un sueño!
Mi hermana me lo quitó, lo agitó y escuchó.
-¡Qué bonito suena!
Mi madre la imitó, pero no percibión ningún sonido. Ella ya no cree, no tiene ilusiones, ¡nunca lo escuchará!
Atentos, mis lectores, ¡no dejéis de creer en la magia! ¿Qué será del mundo sin sueños?
TODOS LOS SUEÑOS SE PUEDEN HACER REALIDAD.

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