

Mohamed Lamin Abdalahe Abaia
Trece años en el momento de redactar esta página
Había una vez un rey de una de una isla donde se decía que si nacía un niño en su familia, lo mataría para que después de él no hubiese ningún rey, y así quedar él en la historia de la isla.
Este rey tenía una hermana que se casó con un habitante de una isla vecina y tuvieron un hijo al que pusieron por nombre Hai. Para que el rey no lo matara lo metió en un cofre, lo dejó en la playa y las olas lo llevaron a otra isla.
El cofre quedó varado entre dos palmeras, mientras el bebé lloraba y lloraba porque tenía hambre. Una Cierva que había perdido a su cachorr y que pasaba por allí, escuchó el llanto y pensó que el que lloraba era su bebé. Se acercó al cofre y lo abrió, le dio lastima de dejarlo solo y con hambre, le dio leche de su teta y lo crió como si fuese su hijo.
Cuando Hai se hizo niño. Con tres años, se dio cuenta de que los animales tenían pelo para no pasar frío y él no, patas y cuernos para correr y defenderse y él no, y más tarde de algo més importante: el tenía manos con las podía coger una rama de un árbol para defenderse. Algo más mayor, se dio cuenta de que la leche de su madre ya no le sentaba bien y, aunque iba con ella a beber agua, eso no lo alimentaba. Un mono jugetón cierto día les arrojó un plátano. La cierva se lo dio a Hai para que los comiera. Eso le enseñó que podía comer otras cosas. En la temporada fría, aprendió a guarecerse bajos los árboles y a cubrir su cuerpo con hojas. Como tenía mucho frío y solo se le quitaba cuando se ponía debajo de los árboles se hizo un pantalón de hojas.
Así crecía y evolucionaba. Un día llegó en que la cierva amaneció enferma. Poco despué Hai la encontró muerta junto a un gran árbol. Pero Hai no sabía que le pasaba e intentó durante mucho tiempo comunicarse con ella de todas formas posibles. Cuando comprendió lo que pasaba lloró mucho, hasta que vio dos pájaros peleando y que el vencedor hacía un agujero en la tierra y enterraba allí el cuerpo del contrincante. Él hizo lo mismo con su madre y colocó encima hojas, ramas y piedras para que ningún animal intentase devorarla.
Al quedarse solo, construyó una choza con ramas y hojas de la que salía cada día en busca de comida. No lejos de su cabaña un rayo provocó un incendio. Interesado se acercó y observó el cuerpo de un animal quemado entre sus llamas. Así se dio cuenta de cómo podía mejorar su comida.
En otra de sus salidas para buscar agua, se acercó a la orilla del mar y observó una barca que se acercaba y, en ella, un animal que se parecía mucho a él y que intentó comunicarse con unos sonidos extraños. El hombre comprendió Hai se había criado solo en la isla, le llevó con su familia y le enseñó a hablar.
Cuando Hai supo contar su historia al hombre, este lo llevó a la isla del rey. Allí se extendió la historia de Hai que llegó a oídos de sus madre. Ella corrió a buscarlo. Hai no la reconoció pero sí le devolvió el fuerte abrazo en el que ella le envolvió.
A partir de ese momento no volvieron a separarse y , pasados los años, la leyenda se cumplió.


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