JC - La playa solitaria
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Francisco Alejandro Moreno Ramírez


Doce años en el momento de redactar esta página


Voy a contar la historia de una chica llamada Marta. Marta es joven, alta cuando se pone tacón y muy presumida, además de delgada, bonita, sexi…

Y yo soy… su bolso. Grande, como me eligió ella, y siempre lleno de pinturas, maquillajes, espejos…

Esta mañana de verano decidió salir a un lugar abierto, al aire libre para poder respirar bien. Se acercó a la costa, buscó una salida al mar y se encaprichó con una playa porque la encontró solitaria y agradable. Por eso hoy me lleva más cargado que nunca. Guardo toallas, protector solar, comida… además de las pinturas, maquillajes, espejos…

El sol es tan intenso y quema tanto que tras ponerse las cremas corrió a meterse en el agua, a pesar de que a ella lo que le gusta es lucirse, no bañarse.

Se dirigía hacia su toalla cuando le ha llamado la atención la presencia de un chico alto, delgado y guapo, que no habíamos visto al llegar, sentado cerca de sus cosas. Como le pareció atractivo, le preguntó:

-¡Hola! ¿Como te llamas?

- Ramón- contestó él.

Yo, al loro de todo, me fijé en las miradas y vi un flechazo a primera vista.

Marta lo invitó a comer. Hablaron largo rato. Se estuvieron conociendo, como se dice ahora. Al final del día, cuando empezó a oscurecer, regresamos a casa. Pero antes, ella quedó con Ramón en el mismo sitio para el día siguiente. A mí, personalmente, el lugar me sigue pareciendo poco atractivo, por lo solitario pero a ellos, eso, parece encantarles.

Mi chica pasó toda la noche dando vueltas en la cama sin conciliar el sueño. ¡Seguro que pensando en él! Apenas había amanecido cuando comenzó a hacer lo que más le agrada, ponerse guapa. Solo que esta vez ha empleado mucho más tiempo en ello de lo habitual. Me colocó bajo su brazo y corrió hacia la solitaria playa.

¡Oh sorpresa! ¡Él ya estaba allí con una sonrisa enorme en la cara!

- Hola, ¿como estás - preguntó Marta.

- Bien - contestó Ramón.

Tras la animada conversación anterior se bañaron juntos. Vi que, en el agua, Ramón, tan adelantado él, la cogió por los hombros y le dio un beso. ¡Y mi Marta se lo devolvió!

Después de una eternidad entre las olas Marta invitó a Ramón a nuestra casa. Allí, colgado de la espalda de una silla, observé como Ramón sacaba un estuche de un bolsillo, lo abría y, con una alianza en la mano, preguntaba:

- ¿Te quieres casar conmigo?

- ¡Si, quiero!- fue la rotunda respuesta de Marta.

En resumen, en aquella playa tan solitaria ha surgido un romance entre un muchacho y una muchacha. A esa playa solitaria, desde entonces, acuden todos los días. Parecen muy felices. ¡Y yo, en medio, presenciándolo todo!

Ahora me pregunto: ¿tendrán algún hijo o hija?. No sé, pero, si lo tienen, espero que sea guapo o guapa. Y que yo siga siendo el contenedor preferido de las pinturas, maquillajes y espejos de Marta.

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