

Francisca del Águila Vallejo
Catorce años en el momento de redactar esta página
Hace mucho tiempo existía un pueblecito escondido entre montañas. Era muy pequeño y todos sus habitantes eran brujos, no había personas normales. Vivían en castillos y ¡había muy pocos!
Cada castillo se distinguía de los demás por el color de la piedra de sus muros. Había un castillo violeta, otro amarillo, el tercero, naranja, el cuarto azul y el último, marrón oscuro. Aquí era donde vivía un el Brujo Maligno que sólo sabía hacer maldades. En los demás vivían brujitos que siempre hacían el bien.
El Brujo Maligno, por lo que decían en el pueblo, había llegado una noche sin luna y se había apoderado del pueblo, y del castillo, porque era muy malvado.
Los brujitos en cambio eran muy hábiles y estudiosos.
Una noche lluviosa, el Brujo Maligno salió de su castillo y con intención de recorrer el pueblo para hacer maldades. Visitó, uno a uno, a los brujitos para amenazarles con la muerte si no abandonaban el lugar en pocos días.
Los brujitos se asustaron mucho y dispusieron convocar una reunión para estudiar qué podían hacer para eliminar al Brujo Maligno.
Y, solo se les ocurrió…
…juntar sus poderes y crear algo más fuerte que el Brujo Maligno, para derrotarlo.
Y así lo hicieron.
A la mañana siguiente, cuando el Brujo Maligno bajó a comprobar si los brujitos habían cumplido su orden, al observar que seguían allí y sin ningún temor, se enfureció tanto, tanto, que abrió su capa y voló hacia las montañas con mucha fuerza. ¡Tanta fuerza empleó que llegó a una región desconocida de la que ya nunca supo volver!
Y los brujitos vivieron felices y sin miedo.
Y es que, juntos, podemos hacer cualquier cosa.


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