
A mi llave maestra
A esa persona que hizo que viese la escritura como esa pasión dormida y despertada gracias a él a una temprana edad. Por creer en mí, por ver mi sensibilidad en los textos más allá de lo que todos imaginaban.
Gracias a sus enseñanzas no solo aprendimos a expresarnos, los entresijos del lenguaje o algunos de los libros que nos abrirían a conocer el mundo. A muchos nos ilumino un camino, nos hizo soñar con ser capaces de muchas de las cosas que no creíamos poder lograr.
Marcó la etapa más difícil a superar para mí, una adolescencia dura, marcada por el desorden alimenticio y el no tener clara las prioridades, pero con la gran suerte de tener siempre esa mano amiga que fue sin duda parte de la luz en un camino bastante tenebroso.
Nunca se llegó a terminar el tanto por ciento de creencia en mí, porque recordaba que había alguien que apreciaba y captaba todos y cada uno de los pensamientos más profundos que tenía, y se los hacia transmitir a otras personas que iban a empezar a conocer el poder de la palabra hecha texto y el efecto que este causa en las personas que lo leen, siendo yo una completa desconocida para todos ellos, para que entendieran lo que es estar al otro lado de un infierno propio y arrastrado.
Sin duda él sabe que es parte de una salvación y que sus palabras muchas veces han curado unas heridas que cuando flaqueo vuelvo a rascar para que no se cierre la cicatriz. A pesar de haber dejado atrás esa adolescencia y que tenga ya algunos años por encima de esta, hay algo que no ha cambiado, y es la manera en la que esa persona cree en mí y en el poder de mis palabras.
Sin duda es más que una persona, es un ser humano extraordinario, de títulos que podrían llenar muchísimas estanterías, de grandes logros, sin duda, pero también de historias de salvaciones de personas que no han estado pasando por su mejor momento y él jamás ha dejado en la cuneta. De recuerdos de palabras alentadoras, de palabras que hacían que creyeses en ti mismo, como solamente él puede hacer.
Estoy segura de que para él es bien sabido el bien que ha hecho a tantos corazones y almas que han pasado por su vida a lo largo de todo este tiempo. Incansables sus ganas para que nada, ni nadie se quede como una causa perdida o una persona a la que el mundo acabó por comérselo.
Siempre tendré una razón para escribir un texto, y él siempre tendrá una valoración que me hará crecer y saber dónde va enfocado todo esto que se ha plasmado. Él hizo cambiar el ¿por qué me gusta escribir?, a ¿por qué no he seguido escribiendo durante este tiempo? Cambió los esquemas para mejorarlos y ver que todos somos capaces de sentir y expresarnos, sea en el grado que sea.
Para finalizar creo que en estos tiempos de confinamientos tan locos para todos, hay que pararse a pensar en lo bueno que hemos tenido, que tenemos, y que ya nunca vamos a olvidar. Eso engloba a las personas y a los hechos más que a nada. Por eso, desde el confinamiento de mi casa, en el día veinti…olvidado, le escribo a usted con todo mi cariño y mi afecto, de la manera más agradecida y sincera que se (y que me ha enseñado), para darle las gracias por tantas cosas que usted no ha llegado a imaginarse que hizo por mí, por mi familia y por otras tantas personas que me acompañaron en la aventura de estar en ese Instituto.
Quiero que sepa que como dice una canción usted «no está solo bajo esta lluvia».
Atentamente.
Aquella alumna de nombre anónimo y a la que tanta voz le dio su buena voluntad.