Funcionarios
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¡Vuelva usted mañana!

Mariano José de Larra

Escrito remitido al Excelentísimo Ayuntamiento de Almería a través de REGISTRO el día 13 de junio de 2022

¡Vuelva usted mañana, o pasado, o el otro… cuando a nosotros nos venga bien!

Después de cuarenta y cuatro años ejerciendo la función pública, vengo a descubrir cómo ha evolucionado ese concepto con el paso, acelerado, del tiempo. Antaño, el funcionario que accedía al puesto después de duras pruebas para demostrar su cualificación, aptitud y actitud para el cargo frente a otros muchos aspirantes, quedaba al servicio de la ciudadanía. De ahí unos «privilegios» laborales muy denostados por algunos que, curiosamente, siempre estuvieron prontos para subirse al carro de aquello que tan ferozmente habían criticado.

Hoy la situación ha dado un giro de ciento ochenta grados. El ciudadano de a pie está a merced de las prerrogativas y derechos de cualquiera que ocupe un sillón, administrativo o político, ubicado tras una mesa de despacho que mantiene con sus propios impuestos.

Mi experiencia en los tres últimos años en el intento de retirar la placa anual que acredita la vigencia de mi vado permanente, así lo demuestra.

  1. El abono de las tasas correspondiente está domiciliado desde hace más de treinta años. No obstante, se me exige una certificación de la entidad bancaria que acredite que el pago se ha efectuado. Pero no basta el documento impreso a través de la Oficina Virtual. ¡No! Debe estar garantizado por el sello de la oficina bancaria, un detalle que desquicia a los empleados por innecesario dado que, afirman, la institución municipal puede acceder al dato directamente desde sus ordenadores. Por eso cargan un canon por imponer la marca de caucho en el folio que el usuario ha descargado previamente.
  2. El año anterior, la cita previa proporcionada por la máquina ubicada en sus oficinas me fija una hora de atención. Pero, ¡oh, sorpresa!, llegado el momento se me dice que ha pasado mi turno. Al mostrar el tique en que figura la hora prevista de atención, se me responde que mi obligación era esperar en la calle (la pandemia así lo requería) por si el proceso era más rápido de lo previsto. Otra irritación y otro día perdido.
  3. Hoy, a las diez de la mañana, la máquina me dice que no hay hora disponible y que puedo solicitarla para otro día de la persona que da la cara ante el público. Lo intento y obtengo la siguiente respuesta: «Llame por teléfono. Si se lo cogen, le indicarán su turno. Si no lo hacen, póngase en cola a partir de las ocho de la mañana, aunque abrimos al público a las nueve, a ver si le alcanza».

¡La función pública al servicio del ciudadano! Como diría un genio de las letras del Siglo de Oro español refiriéndose a otra cosa: «Nunca se pagó tanto por tan poco».



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