«Vigilantes de la Red» y silencios culpables
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OPINIÓN

1. Las Redes Sociales

En la sociedad actual, cuando la posesión de información es un valor de importancia incuestionable, la tecnología aporta herramientas hace unas décadas impensables (el desarrollo de las redes sociales lo sitúan los expertos en la última década del siglo XX), para el intercambio de ideas o noticias que ofrecen al ciudadano con inmediatez la imagen de su realidad más próxima, facilitando la toma de postura informada especialmente en procesos donde su participación es relevantes para él y su mundo. La comunicación en tiempo real, implica un máximo de eficiencia y un significativo ahorro económico y de tiempo al hacer innecesarias muchas reuniones presenciales y extender su disponibilidad veinticuatro horas al día, siete días a la semana.

Pero las Redes Sociales nacidas en la idea, quiero pensar que loable y altruista, de poner en manos de personas coincidentes en intereses o actividad profesional una plataforma común que simplifica y agiliza el contacto, la comunicación y el intercambio de información entre ellas, manejadas por movimientos ideológicos y políticos se convierten en instrumento perfecto para crear un estado de opinión favorable a los objetivos e instancias que ellos proponen. Así, las oportunidades de información quedan atrapadas en las redes de intereses y los social media, lejos de actuar como remedio cultural igualador de oportunidades que algunos desearíamos, sólo reproducen online, y magnifican, las divisiones sociales reales y generalizadas de nuestro entorno, generando a la vez un sistema de percepción de valores, personales y públicos que depende en gran medida de lo que se estima «normativo» dentro del «grupo» de «amigos» del mundo virtual en que nos insertamos. Nuestro pensamiento y opinión se construye en buena medida a través de los juicios y valoraciones «publicadas» por nuestros «contactos», que, cuando menos, no rechazamos.

2. Educación: Los nuevos «perros de la guerra»

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Cualquier persona es libre para integrarse en una red social a través de un «perfil», identificado o bajo seudónimo, que él mismo elabora y mediante el cual se expresa libremente sin importar lo atinente, informado o desinformado del comentario, pero que casi siempre proporciona un cierto estatus de popularidad en los entornos afines al universo ideológico en que se mueve el opinante o al que aspira pertenecer. Cada «me gusta» es una medalla que mostrar en la vitrina de trofeos digitales que ha sustituido al devaluado título de cartulina expuesto en la pared principal de casa en aquellos tiempos en que alcanzarlo era fruto de mucho esfuerzo y sacrificio. Por eso se difunde especialmente aquello que más atención pueda recibir, no importa sea veraz, embarazoso, humillante o grotesco. Lo importante es la magnitud del impacto alcanzado que hacer brillar, por un momento efímero, al sujeto como una estrella radiante en su firmamento soñado.

El efecto multiplicador derivado de la posibilidad de «compartir» en avalancha cualquier pensamiento genera respeto, y hasta temor, por aquello que se pueda publicar o la imagen personal que el mundo se pueda formar a partir de un comentario que se desvíe, o así sea considerado, de aquello que la corriente de pensamiento predominante estime «políticamente correcto» y que, indefectiblemente, será demoledoramente criticado en términos absolutamente desproporcionados e injustos por los «profesionales de la verdad absoluta», jueces, fiscales, jurados y verdugos, con licencia para etiquetar y degradar hasta lo más profundo del inframundo al ingenuo que, en aras de la libertad de expresión por todos exigida, osa exponer una opinión poco acorde con la corriente ideológica más activa.

Los colectivos docentes, como no podría ser de otro modo y además es conveniente, también han creado estructuras propias con grupos más o menos cerrados y el objetivo, al menos original o teórico, de difundir experiencias, aclarar dudas, compartir herramientas…, en definitiva de hacer más eficaz su trabajo y dignificar la Escuela que los mantiene. Grupos que, en mayor o menor medida, también se encuentran infestados por ese virus de la intolerancia más radical que nunca es deseable, pero que en el ámbito educativo es especialmente preocupante por ser el sector encargado de formar individuos personal y socialmente útiles, libres y capacitados para decidir y vivir en democracia, con conciencia solidaria y responsable, y actitud respetuosa y tolerante con relación a los otros. Y eso, lamentablemente, en demasiadas ocasiones es difícil de encontrar. Basta con realizar un somero paseo por cualquiera de los numerosos «grupos» de docentes abiertos (los grupos cerrados condicionan la luz verde para una publicación a la aprobación de un administrador que supervisa su adecuación, o no, a las normas establecidas y asumidas para su integración en ellos).

Toda información u opinión desviada del «estándar» de los «profesionales», la mayoría amparados tras un seudónimo, de las redes es inmediatamente atacada, ¡en segundos!, síntoma claro del control estricto que se ejerce, y etiquetada con calificativos del tipo «facha», «fascista», «ppero», «voxero», «machista», «mítines de vox, ninguno»…, y en mucha menor medida «podemita» o «feminazi», impidiendo radicalmente cualquier principio de diálogo o discusión lógica y coherente sobre el asunto planteado. Otra respuesta recurrente, sea cual sea el tema en cuestión, paradigma de la argumentación incongruente, es la referencia repetitiva a supuestos atentados contra la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU o la jurisprudencia del Tribunal de Derechos Humanos de la Haya, y el envío del disidente directamente a Núremberg para ser juzgado por genocidio. No hay argumentación, solo agresividad.

Llama especialmente la atención la facilidad de acceso a ilustraciones alusivas de campos de concentración nazis, o guillotinas, y a frases de escritores y filósofos que extraídas de su contexto natural parecen apoyar sus críticas. Documentación que por su inmediatez es imposible localizar si no se tiene previsto de antemano en un fondo recopilado al efecto.

El sesgo y la diferencia de criterio en el juicio es algo que, a veces resulta escandaloso: se puede enviar al fuego infernal, por machista, al descuidado hablante que atendiendo a la RAE (¡vade retro!) que afirma «es habitual en las lenguas románicas, y también en las de otras familias lingüísticas, usar los sustantivos masculinos de persona para designar todos los individuos de la clase que se mencione, sean varones o mujeres» (Nueva gramática de la lengua española), no utiliza la socorrida @ para referirse a sus alumnos, mientras ríe y aplaude con multitud de emoticonos la letra de un himno preparado para una manifestación convocada con motivo del Día de la Mujer Trabajadora que festeja: «¡Vamos a freír a los hombres en la cocina!».

Pero, tal vez, el retrato más fidedigno de esta sociedad enferma aparece cuando algún docente, cansado de tanta intransigencia y beligerancia, hace público su abandono del «grupo». Entonces los fuegos artificiales, la alegría más perversa, la falta de generosidad y la pésima educación de muchos, sale a la superficie en todo su esplendor. ¡Otro enemigo menos!, parecen decir, ofreciendo un espectáculo que imita a la perfección una farsa extraída del más puro teatro del absurdo, pero puesta en escena con personajes enmascarados de la Comedia dell' Arte y magistralmente dirigida atendiendo a las reglas y estrategias descritas por Dostoyevski en su novela Los endemoniados, llevada al cine por Andrzej Wajda con el título de Los poseídos, que incorpora un monólogo que cuadra a la perfección con este marco y explica sus objetivos.

Y el espectador ajeno e ingenuo que acude a la red con el solo ánimo de compartir experiencias, sentimientos, sufrimientos y reivindicaciones coherentes y profesionales, que espera ayudar y ser ayudado en el trabajo de cada día, alza las manos atónito y ruega a su dios que estos intérpretes con licencia para modelar la personalidad y valores de sus alumnos, no regenten las aulas a las que acuden sus hijos.

Y siente temor. O se marcha sin ruido. Y calla. Y su silencio se hace cómplice. Y la situación se consolida. Y la Educación se deteriora…

Nota para los «vigilantes de la Red»
Todas y cada una de las afirmaciones aquí contenidas estan respaldadas por documentos y capturas de pantalla que acreditan su veracidad. Abtenerse de cualquier intento de encuadrar esta reflexión en el marco de las fake news.



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